Brecha anticipa posible candidatura unificada del partido
Los resultados de la encuesta del Centro Nacional de Consultoría trascienden los simples porcentajes: revelan una estructura de poder consolidada dentro del Centro Democrático que plantea interrogantes sobre la dinámica interna del partido. La ventaja de 34 puntos de Miguel Uribe no es solo numérica, es política.
Cuando un precandidato supera por más del triple a sus competidores más cercanos, estamos ante un fenómeno que va más allá de la popularidad coyuntural. Los datos sugieren que Uribe ha logrado construir un consenso transversal entre los diferentes sectores del Centro Democrático, algo que ni Cabal ni Valencia han conseguido.
El empate técnico entre las dos senadoras en segundo lugar (11,4% y 11,3%) también resulta revelador: evidencia una fragmentación del voto que no representa al líder. Esto podría indicar que quienes no apoyan a Uribe están divididos sin una alternativa clara que concentre el descontento o la búsqueda de opciones.
Desde una perspectiva electoral, una ventaja de 34 puntos en una medición interna suele considerarse insuperable en el corto plazo. Para que Cabal o Valencia alcanzaran a Uribe, necesitarían no solo duplicar su votación, sino también que el líder perdiera apoyo significativo. La probabilidad estadística de este escenario es baja.
El perfil de Miguel Uribe como exalcalde de Bogotá le otorga una característica diferencial: experiencia ejecutiva reciente. En un contexto donde los votantes valoran la gestión concreta sobre la retórica, este antecedente puede explicar parte de su ventaja sobre dos senadoras cuyo trabajo se desarrolla principalmente en el ámbito legislativo.
La metodología presencial del estudio también merece análisis. Este tipo de encuestas tiende a capturar mejor las preferencias de votantes con mayor convicción, pues requiere un compromiso mayor del encuestado que una consulta telefónica o digital. Esto sugiere que el apoyo a Uribe proviene de simpatizantes convencidos, no volátiles.
El momento de la medición resulta igualmente significativo. Realizarla en noviembre de 2025, a meses de posibles definiciones electorales, permite a los actores políticos ajustar estrategias. Para Uribe, confirma su posición; para sus competidoras, plantea la necesidad de decisiones urgentes.
La brecha también tiene implicaciones para la unidad del partido. Un liderazgo tan contundente puede facilitar la construcción de consensos internos y evitar divisiones costosas. Sin embargo, también podría generar frustraciones entre sectores que no se sientan representados por el líder natural.
Otro elemento analítico relevante es la ausencia en los datos publicados de otros posibles precandidatos. Si solo tres nombres concentran la medición, ¿significa que el partido ha cerrado filas en torno a estas opciones o que otros actores políticos no tienen respaldo medible? Esta pregunta queda sin respuesta explícita.
Finalmente, estos números deben leerse en el contexto político nacional. El Centro Democrático necesita proyectar unidad y fortaleza de cara a elecciones presidenciales. Una consulta interna con un ganador claro y anticipado podría ser exactamente lo que la estrategia del partido requiere.
La encuesta del Centro Nacional de Consultoría no solo mide intenciones de voto; dibuja un mapa de poder político dentro del Centro Democrático. Miguel Uribe emerge no como un precandidato más, sino como el líder estructural del partido en este momento. Sus números no admiten debate: tiene el control.
Para Cabal y Valencia, los datos plantean una encrucijada: ¿insisten en una competencia donde las matemáticas no favorecen, o negocian posiciones dentro de una eventual candidatura de Uribe? La respuesta a esta pregunta definirá no solo su futuro político individual, sino la cohesión del Centro Democrático de cara a los desafíos electorales que se avecinan.
