La detención de un sospechoso significa un primer paso en el largo camino de la familia del adolescente para obtener verdad y justicia
Cuando el nombre de Harold Aroca volvió a los titulares, no fue por un nuevo video ni por otra marcha exigiendo justicia, sino por la noticia de una primera captura. Para su madre, que ha repetido incansablemente la historia de su hijo ante cámaras, autoridades y concejales, se trata de un pequeño avance en medio de un duelo que no termina. Para buena parte de la ciudad, es el recordatorio de un caso que mostró, con crudeza, la vulnerabilidad de los jóvenes en zonas populares de Bogotá.
Harold tenía 16 años, cursaba octavo grado y entrenaba fútbol con disciplina. Vivía en el barrio El Parejo y, como muchos adolescentes de su edad, emprendía a pie el camino hacia las canchas de Los Laches, donde soñaba con mejorar su nivel como jugador. El 5 de agosto salió de casa para una práctica más, sin saber que esa tarde marcaría el inicio de una búsqueda desesperada que terminó con la peor noticia posible.
Los videos que circularon después mostraron un fragmento de esos últimos minutos: varios hombres lo rodean, le hablan, lo increpan y, finalmente, lo obligan a caminar junto a ellos hasta un vehículo. Esas imágenes, que su familia tuvo que ver una y otra vez en medio del dolor, se convirtieron en una pieza clave para reconstruir el crimen y llegar a uno de los presuntos responsables, detenido tras meses de trabajo investigativo.
La madre de Harold no solo tuvo que enfrentarse a la desaparición, sino que fue ella misma quien, guiada por un mensaje en redes que decía “Búsquelo por el bosque”, halló el cuerpo de su hijo en una zona boscosa cercana al Acueducto de Bogotá. Allí, junto al cadáver, los investigadores encontraron una nota con la frase: “Jajaja. Eso le pasa por sapo”. Desde entonces, su vida se ha dividido entre el recuerdo de su hijo futbolista y la búsqueda obstinada de respuestas.
En ese camino, la mujer ha denunciado amenazas que buscan silenciarla. Ha contado que le escribieron para advertirle que no puede volver a Los Laches porque la matarían, y que incluso mencionan el caso de su hijo como advertencia. Pese a ello, se ha presentado ante el Concejo de Bogotá, ha hablado con medios y ha insistido en que la investigación también debe revisar la actuación de las autoridades en los primeros momentos de la desaparición, cuando cada minuto era vital.
La captura de Anderson Santiago Pedraza le da, por primera vez, la sensación de que el Estado está moviéndose en la dirección correcta, aunque todavía lejos de la justicia plena que reclama. Sabe que el caso no termina con un solo detenido y que aún falta esclarecer el papel de otros presuntos implicados que aparecen en los videos o que, según las hipótesis, harían parte de estructuras delincuenciales en los cerros orientales. Aun así, cada avance judicial es una forma de honrar la memoria de su hijo.
Hoy, la imagen de Harold con su chaqueta y su uniforme de fútbol sigue presente en murales, publicaciones en redes y velatones que de tanto en tanto organizan vecinos y amigos. La historia del adolescente que soñaba con el balón y murió víctima de un crimen atroz se ha convertido en bandera de quienes exigen mejores condiciones de seguridad para los jóvenes. La primera captura en el caso no borra el dolor, pero alimenta la esperanza de que alguna vez pueda hablarse de justicia y no solo de tragedia.
La primera captura por el asesinato de Harold Aroca en Bogotá representa un paso importante en la búsqueda de justicia de su familia, que ha enfrentado meses de dolor, amenazas y trámites ante las autoridades. Mientras el detenido rinde cuentas ante los jueces, la madre del joven insiste en mantener vivo el recuerdo de su hijo y en exigir respuestas claras. El caso, que conmovió al país, sigue siendo un llamado a proteger a los adolescentes en barrios vulnerables y a garantizar que ningún crimen contra ellos quede en la impunidad.
