Factores prácticos y geopolíticos frenan el proyecto

En junio de 2025, el exalcalde de Cali Jorge Iván Ospina fue nombrado embajador de Colombia ante Palestina, en un gesto de respaldo al reconocimiento del Estado palestino. Sin embargo, su despacho sigue sin operación en el terreno. Según reportes, Ospina no ha entregado sus credenciales en territorio palestino, no tiene sede establecida y permanece en Colombia cumpliendo funciones pendientes, situación que alimenta críticas sobre la eficacia del nombramiento.
Uno de los problemas es que Israel no ha otorgado el tránsito necesario para el embajador colombiano a Palestina, lo que impide formalizar la misión. El reconocimiento simbólico choca con limitaciones prácticas. Desde un ángulo de relaciones internacionales, se debate si Colombia puede abrir una embajada en territorios donde su representante no está físicamente presente, lo que rebaja el valor práctico de esa misión.
La Cancillería colombiana, aunque ha señalado su voluntad, no ha publicado un plan detallado con cronograma, lo que genera incertidumbre sobre cuándo o si la embajada entrará en funciones. Más allá del simbolismo, la falta de instalación concreta puede afectar la protección de los colombianos en la región, la cooperación diplomática y la presencia internacional de Colombia.
En este contexto, expertos recomiendan que se definan los pasos operacionales lo más pronto posible para que el anuncio se transforme en realidad tangente. El nombramiento de un embajador y el anuncio de una embajada en Palestina eran un paso relevante para Colombia. Pero si no se avanza en sede, acreditación y funcionamiento, el gesto puede quedar en vacío. La diplomacia exige más que títulos: exige acción.
