El crimen reabre el debate sobre la protección a la comunidad en zonas comerciales
En el barrio La Victoria, en Ciénaga, todavía se escucha la música apagada de los parlantes y se ven las luces de neón del Disco Bar Café Paraíso, pero el ambiente ya no es el mismo. El lugar donde muchos buscaban distraerse después de una semana de trabajo se convirtió en escenario de una masacre que dejó tres muertos y un herido, y que hoy tiene al municipio sumido en el duelo y la incertidumbre.
Los nombres de Antonio José Peláez Álvarez, de 43 años, y Luis Alberto Gutiérrez Cantillo, de 28, empezaron a circular en grupos de WhatsApp, redes sociales y medios regionales, acompañados de fotografías y mensajes de despedida. A ellos se suma una tercera víctima cuya identidad aún está en proceso de verificación, mientras familiares y amigos tratan de reconstruir sus últimos pasos antes de la tragedia. Para muchas personas, no se trataba solo de cifras: eran vecinos, conocidos y clientes habituales en la vida cotidiana de Ciénaga.
La noche del sábado 15 de noviembre, las calles cercanas a la Troncal del Caribe estaban llenas de motos, carros y vendedores ambulantes. Dentro de Café Paraíso, un grupo de hombres compartía tragos cuando los sicarios entraron al lugar y dispararon de manera directa contra ellos. El ataque, que duró apenas segundos, bastó para cambiar por completo el panorama en La Victoria: gritos, gente corriendo y llamadas desesperadas a líneas de emergencia marcaron los minutos siguientes.
El sobreviviente, identificado como Joaquín Segundo Cueto Mejía, de 42 años, permanece bajo cuidado médico, mientras sus allegados esperan noticias sobre su evolución. El hecho de que solo una persona haya salido con vida del ataque aumenta la sensación de indefensión entre los vecinos, que aseguran que nunca imaginaron que un bar tradicional del sector se convertiría en objetivo de un ataque armado tan contundente.
En el exterior del establecimiento, las escenas de dolor se mezclaron con la presencia de uniformados y cintas amarillas que acordonaron el área. Algunos habitantes relatan que, antes de que llegaran las autoridades, comenzaron a circular fotos y videos que mostraban el interior del bar tras la balacera, imágenes que se viralizaron y que hoy son parte del impacto emocional que arrastra la comunidad. Junto a los cuerpos, los agresores dejaron un mensaje intimidante que no solo iba dirigido a sus rivales, sino que también terminó atemorizando a todo el barrio.
En los días posteriores, el tema central en tiendas, paraderos y esquinas ha sido el mismo: la violencia y el miedo. Comerciantes del sector temen una caída en las ventas por el impacto de la masacre y piden mayor presencia policial, especialmente en las noches y fines de semana, cuando bares y estaderos reciben a más clientes. Para muchos, el caso de Café Paraíso marca un antes y un después en la percepción de seguridad en Ciénaga.
Organizaciones de base y líderes comunitarios insisten en que la respuesta no puede limitarse al pie de fuerza. Plantean la necesidad de programas sociales para jóvenes, oportunidades laborales y acompañamiento psicosocial para las familias afectadas por los hechos violentos. Mientras tanto, las familias de los tres fallecidos adelantan los trámites para darles sepultura, en medio de la exigencia compartida de que la masacre no quede en la impunidad y de que Ciénaga pueda volver a disfrutar de sus espacios nocturnos sin temor a nuevas tragedias.
La masacre en el bar Café Paraíso dejó una herida profunda en Ciénaga, un municipio que intenta levantarse en medio de la violencia que golpea a sus barrios. Detrás de las cifras oficiales hay familias de La Victoria y de otros sectores del Magdalena que hoy exigen justicia y mayores garantías de seguridad. El llamado de la comunidad es claro: que las autoridades no solo capturen a los responsables, sino que refuercen las acciones para que ninguna otra noche de rumba termine en tragedia en Ciénaga y en la región Caribe.
