El descubrimiento de gas en Sirius-2 fortalece el papel del Caribe como corazón energético de Colombia, pero también abre preguntas sobre empleo local y desarrollo regional
El Caribe colombiano se ha convertido en escenario de algunas de las noticias energéticas más importantes de los últimos años. La confirmación de grandes volúmenes de gas en pozos como Uchuva-1 y, más recientemente, Sirius-2, consolidó la idea de que la próxima gran frontera de hidrocarburos del país está en aguas profundas frente a Magdalena y La Guajira.
En municipios como Santa Marta y Palomino, las plataformas mar adentro ya hacen parte del paisaje cotidiano. Informes oficiales señalan que los pozos perforados en la zona operan a profundidades de agua cercanas a los 830 metros y a decenas de kilómetros de la costa, lo que exige alta tecnología y logística especializada.
Ese despliegue ha traído consigo empleo técnico, contratación de servicios marítimos y demanda de bienes locales.
No obstante, líderes comunitarios y autoridades regionales insisten en que el impacto debe ir más allá de los contratos temporales. El uso de las regalías, la participación en proyectos sociales y la priorización de mano de obra del Caribe son parte central de las conversaciones con Ecopetrol, Petrobras y otras compañías presentes en la región.
La expectativa es que el gas offshore se convierta en un motor de desarrollo y no solo en una estadística de producción.
En paralelo, organizaciones sociales y ambientales han puesto la lupa sobre la interacción entre la industria offshore y actividades tradicionales como la pesca artesanal y el turismo. Arrecifes, zonas de migración de fauna marina y playas emblemáticas del Caribe deben integrarse a los estudios de impacto y a los planes de manejo, para minimizar riesgos y garantizar medidas efectivas de compensación.
Desde el punto de vista energético, los departamentos costeros también son protagonistas. El gas que pueda llegar desde Sirius-2 y otros campos no solo alimentará redes troncales, sino que puede impulsar proyectos de generación térmica más limpia, expandir la cobertura de gas domiciliario en barrios populares de Santa Marta, Riohacha y Barranquilla, y fortalecer la competitividad de industrias portuarias y logísticas.
El debate regional incluye además la articulación con la transición energética. Gobernaciones y alcaldías del Caribe ven en el gas un combustible puente que puede respaldar la expansión de la solar y la eólica, particularmente en La Guajira, donde ya se desarrollan grandes parques renovables. El reto es que esa complementariedad quede reflejada en la planeación nacional y en los incentivos para proyectos híbridos.
A medida que avanza el cronograma de Sirius-2, las comunidades costeras reclaman una voz más fuerte en las decisiones. Piden participación en los espacios de consulta, acceso oportuno a la información técnica y presencia permanente de las autoridades ambientales en el territorio. El gas del Caribe, señalan, puede ser una oportunidad histórica para reducir brechas de pobreza, siempre y cuando el desarrollo offshore se construya con la gente del litoral y no a sus espaldas.
Si Sirius-2 y los demás proyectos offshore se gestionan de forma transparente y participativa, el Caribe colombiano podría consolidarse como el gran polo gasífero del país y, al mismo tiempo, como un laboratorio de transición energética justa. Para Santa Marta, La Guajira y los municipios costeros, la clave estará en convertir la bonanza del gas en empleo digno, más cobertura de servicios públicos y protección real de sus mares, de manera que el desarrollo energético se sienta tanto en la factura como en la calidad de vida local.
