Bogotá — Un nuevo cruce entre la exalcaldesa Claudia López y la periodista y precandidata Vicky Dávila prendió las redes. Todo comenzó con un mensaje de López en X contra la “derecha uribista”, que Dávila leyó como un guiño a Iván Cepeda, reciente ganador de la consulta de su coalición. A partir de allí, las respuestas escalaron en tono y visibilidad pública.
Dávila afirmó que “el candidato de Claudia López es Iván Cepeda”, lo que motivó una réplica inmediata de la exmandataria bogotana, quien la tildó de “mona arribista” y “cotorra”, además de asegurar que derrotará tanto al aspirante del petrismo como al del uribismo en 2026. El intercambio se produjo horas después de que el Pacto Histórico celebrara la victoria de Cepeda en su consulta.
La controversia tuvo eco en medio del clima postelectoral de la consulta progresista, donde Iván Cepeda se posicionó como carta fuerte del oficialismo. Para analistas, el choque revela cómo se traslapan las discusiones programáticas con ataques personales en la arena digital, una tendencia que se ha vuelto recurrente en campañas previas.
Claudia López, cuyo liderazgo nacional creció tras su paso por la Alcaldía de Bogotá, ha intensificado sus apariciones públicas con mensajes sobre seguridad, reformas sociales y crítica a sectores conservadores. Dávila, por su parte, pasó de la dirección de medios a la competencia electoral y gana tracción en nichos de derecha y de opinión pública contraria al Gobierno.
El rifirrafe incluyó alusiones a portadas, encuestas y desempeño profesional. López acusó a Dávila de “manipular” y de estar en “caída en picada”, mientras que la periodista la señaló de alinearse con Gustavo Petro a través de Cepeda. En paralelo, dirigentes de distintas orillas aprovecharon el episodio para posicionar narrativas a favor y en contra.
El telón de fondo es la consulta que consolidó a Cepeda como candidato de la izquierda, con movilización considerable para su bloque. Ese dato disparó lecturas encontradas: para el progresismo fue músculo electoral; para la oposición, un resultado menor frente al potencial del padrón nacional. En ese marco, cualquier guiño público se vuelve munición en redes.
Comparado con otros episodios similares, Colombia ha visto cómo choques en X entre figuras políticas y mediáticas suben rápidamente a agenda nacional, como ocurrió con líderes de oposición y oficiales del Gobierno en 2022 y 2023. El patrón se mantiene: mensajes cortos, acusaciones cruzadas y escalamiento a medios tradicionales.
Especialistas en comunicación política advierten que los insultos restan contenido al debate y alimentan la polarización. Sin embargo, las campañas saben que la fricción incrementa alcance e interacción: el costo reputacional se compensa con visibilidad, y las bases interpretan la vehemencia como señal de convicción.
En el corto plazo, el episodio podría afianzar a ambos liderazgos frente a sus públicos naturales: López ante sectores que demandan oposición a la derecha, y Dávila frente a votantes críticos del Gobierno. En el mediano plazo, la clave será convertir la bulla en estructura territorial, donaciones y alianzas para marzo y mayo de 2026.
En conclusión, el choque López–Dávila es síntoma de un escenario preelectoral acelerado donde el ascenso de Cepeda reordena los discursos. Si las campañas priorizan el ruido sobre las propuestas, el votante indeciso podría castigar la agresividad
