Comunicado oficial marca línea frente a Pekín
El reciente episodio diplomático entre Colombia y China ha girado alrededor de tres hechos encadenados: la visita de congresistas a Taiwán, el comunicado de la Cancillería reafirmando el principio de “una sola China” y la cancelación del viaje que el presidente Gustavo Petro y su canciller tenían previsto a Pekín. Cada una de estas piezas ha sido presentada con argumentos propios por los actores involucrados, y juntas dibujan el mapa de las tensiones institucionales que están en juego.
Desde el lado legislativo, los integrantes de las comisiones segundas de Senado y Cámara que viajaron a Taiwán han defendido su agenda como parte de una labor de promoción de oportunidades de comercio, inversión y cooperación. En sus mensajes públicos, han hablado de restablecer canales con la isla y de explorar figuras como oficinas comerciales, iniciativas que, según ellos, podrían traducirse en beneficios concretos para el país. Su argumento central es que la diplomacia económica admite múltiples vías y no debe limitarse a los canales formales del Ejecutivo.
La Cancillería, por su parte, reaccionó con un comunicado en el que buscó fijar la postura del Estado frente a las versiones que circularon sobre ese viaje. En el documento, el Ministerio de Relaciones Exteriores recordó que Colombia mantiene, “desde hace 45 años”, un compromiso con el principio de “una sola China” y que no reconoce a Taiwán como un Estado independiente. También señaló que, según la Constitución, es el presidente quien dirige la política exterior y que, por tanto, las declaraciones de los congresistas no representan la posición oficial del país.
En cuanto al viaje presidencial a China, la información que se ha conocido indica que la visita —prevista para diciembre— fue cancelada o aplazada, sin que se haya anunciado una nueva fecha. Desde fuentes cercanas al Gobierno se insiste en que esta decisión obedece a razones de “agenda diplomática” y no constituye una ruptura en la relación con Pekín. Sin embargo, el contexto en el que ocurre la suspensión, tan cerca del viaje a Taiwán, ha alimentado interpretaciones que conectan ambos hechos.
En el plano de la relación bilateral, hasta antes de este episodio Colombia y China venían dando pasos para fortalecer su vínculo en distintos frentes: comercio, infraestructura, energía y cooperación tecnológica. La visita de Petro a Pekín en 2023 había sido presentada como un punto de inflexión para consolidar una asociación estratégica. La cancelación del nuevo viaje no revierte esos pasos, pero sí introduce interrogantes sobre el ritmo y la profundidad que podrá tener la agenda en los próximos meses.
Las voces que han intervenido en el debate dentro de Colombia reflejan miradas diversas sobre el papel de cada poder público en política exterior. Algunos analistas subrayan que la diplomacia parlamentaria es una práctica extendida en el mundo y que puede aportar a los intereses nacionales, siempre que se mueva dentro de los márgenes fijados por la política oficial. Otros consideran que, en temas tan sensibles como Taiwán, cualquier gesto no coordinado con el Ejecutivo puede ser interpretado como una señal de cambio en la posición del país.
En todo caso, el episodio ha llevado a que tanto el Gobierno como el Congreso reciban un mensaje sobre la importancia de la coherencia institucional en un escenario internacional marcado por tensiones crecientes entre potencias. Para China, la claridad sobre la adhesión al principio de “una sola China” es una condición básica para cualquier relación; para Colombia, el desafío es compatibilizar ese compromiso con la autonomía de sus ramas del poder público. El desenlace de esta coyuntura ofrecerá pistas sobre cómo se resolverá ese equilibrio.
