Décadas junto a Petro y un adiós inesperado
Durante décadas, el nombre de Mary Luz Herrán estuvo ligado al de Gustavo Petro. Compartieron la clandestinidad del M-19, una vida en pareja, el exilio de sus hijos y luego la construcción de Colombia Humana como proyecto político. Por eso, su renuncia al partido que ayudó a levantar no se lee solo como un movimiento estratégico, sino también como una decisión cargada de memoria, desencantos y límites personales. “Viví violencia política”, resume hoy Herrán, al explicar por qué se aparta de la colectividad. Detrás de esa frase hay reuniones tensas, discusiones sin resolver y la sensación de que el partido ya no se parecía a la casa que un día soñó.
La historia de Herrán con Petro comenzó mucho antes de que él llegara a la presidencia. Ambos se conocieron en los años del M-19 y compartieron la transición de la lucha armada a la política legal. Juntos vieron crecer a sus hijos Andrea y Andrés, quienes años después también sentirían en carne propia las presiones y amenazas que rodearon la carrera pública de su padre. Con la llegada de Petro al poder, Mary Luz decidió mantenerse dentro de Colombia Humana como una voz que representaba el origen del movimiento. Recorrió territorios, habló con bases, acompañó procesos internos. Sin embargo, poco a poco empezó a notar que las discusiones ya no giraban en torno a cómo transformar el país, sino a quién controlaba los cargos y las decisiones al interior del partido. La asamblea en la que denunció irregularidades fue, según su propio relato, un punto de quiebre. Allí sintió que, más que una militante con trayectoria, la trataban como un obstáculo para quienes ya tenían un libreto definido. Entre cambios de reglas, listas cerradas y silencios forzados, la idea de seguir compitiendo por la presidencia del partido empezó a perder sentido para ella. Herrán asegura que pasó un año “callando”, alejándose de las peleas públicas para dedicarse a trabajar con compañeros en los territorios. Mientras tanto, veía cómo otros militantes tomaban la misma decisión de hacer a un lado su protagonismo o, simplemente, abandonar la colectividad.
Esa etapa de silencio fue también un ejercicio de evaluación personal sobre hasta dónde estaba dispuesta a ceder. La respuesta pública a un trino de Petro, en el que el presidente llamaba a calmar los ánimos en la Colombia Humana, marcó el momento en que decidió hablar. Con un mensaje directo, le recordó que había sido advertido sobre los riesgos de dejar que un grupo redujera la democracia interna del partido. No era solo una crítica política: también era el reclamo de alguien que lo conocía desde antes que el país lo viera como jefe de Estado. Para Herrán, decir que sufrió violencia política es una forma de nombrar la suma de pequeñas acciones que la fueron empujando hacia la puerta de salida: la desconfianza sembrada, las versiones en su contra, la exclusión de decisiones, la falta de escucha. Ese relato conecta con experiencias similares de otras lideresas que denuncian cómo las estructuras partidistas pueden convertirse en entornos hostiles para las mujeres que disputan poder. Al optar por Colombia Red Profunda, la exesposa de Petro intenta recuperar algo de la mística que sintió perdida: el contacto directo con las bases, la construcción desde abajo y la posibilidad de hacer política sin renunciar a su voz. Su renuncia a Colombia Humana no borra la historia compartida, pero sí marca un antes y un después en la forma en que ella elige participar en la vida pública.
La salida de Mary Luz Herrán deja preguntas sobre la convivencia entre biografías personales y proyectos colectivos. ¿Cuánto puede aguantar alguien que ayudó a fundar un movimiento antes de concluir que ese espacio ya no es el suyo?
En el caso de Herrán, la respuesta se tradujo en una renuncia que mezcla dolor, convicción y deseo de empezar de nuevo. Que su voz haya decidido hablar de violencia política desde adentro podría, a largo plazo, obligar a los partidos a revisar no solo sus estatutos, sino también la manera en que tratan a quienes los construyeron desde el primer día.
