La troncal Medellín–Costa Caribe quedó partida mientras la gente esperaba respuestas en medio del temor
Minutos después de la detonación del artefacto explosivo en el sector Ventanitas, en el tramo Los Llanos–Tarazá, el silencio se rompió con el sonido de frenos, bocinas y mensajes de voz que empezaron a circular en los grupos de conductores: “Acaban de volar la vía, no hay paso”. La imagen que se encontraron quienes transitaban por la troncal Medellín–Costa Caribe este 19 de noviembre fue la de una carretera partida por un cráter en el kilómetro 42+150, con piedras y escombros regados sobre el asfalto y una larga fila de vehículos detenidos a ambos lados del punto afectado.
Muchos de los transportadores de carga llevaban varias horas de recorrido cuando el tráfico se frenó en seco. Con las ventanillas abajo, trataban de entender qué había ocurrido más adelante. Algunos bajaron de sus buses o camiones para caminar unos metros y averiguar por qué nadie avanzaba. Al regresar, el mensaje era el mismo: la vía entre Los Llanos y Tarazá estaba cerrada porque un artefacto explosivo había levantado por completo la calzada. No sabían cuánto tiempo tendrían que esperar ni cuál sería el costo de ese nuevo atraso.
Para muchos pasajeros, el escenario era desconcertante. Familias con niños, viajeros que se dirigían a la Costa Caribe por trabajo o estudio, y personas que regresaban a sus hogares tuvieron que improvisar la forma de sobrellevar la incertidumbre. Algunos se sentaron a la orilla de la vía, otros buscaron señal en sus celulares para avisar que no llegarían a tiempo. El paisaje verde del norte de Antioquia fue, por varias horas, el telón de fondo de una espera cargada de preguntas sobre quién está detrás del atentado y cuándo volvería a habilitarse el paso.
Las comunidades cercanas, que ya han visto otros episodios de violencia en este corredor, revivieron miedos conocidos. Habitantes de veredas de Yarumal y Tarazá están acostumbrados a escuchar sobre explosiones, retenes ilegales o combates en la zona, pero cada nuevo atentado les recuerda lo frágil que puede ser la tranquilidad cuando hay grupos armados en disputa. Para ellos, la troncal no es solo una vía nacional: es la ruta para ir al médico, llevar productos al mercado o visitar a familiares en otros municipios.
En medio del caos, los organismos de socorro y las autoridades de tránsito intentaban transmitir calma. Funcionarios explicaban a los conductores que, por el momento, no había reporte de heridos, pero que la magnitud del daño en la calzada obligaba a cerrar completamente la carretera. Equipos antiexplosivos revisaban el área para descartar la presencia de otros artefactos, mientras uniformados del Ejército y la Policía acordonaban la zona para proteger a quienes, por curiosidad o angustia, intentaban acercarse demasiado al lugar del impacto.
La detonación en Ventanitas no solo fracturó la vía, sino también la rutina de quienes dependen diariamente de este corredor. Transportadores calculan en pérdidas las horas que sus vehículos permanecen inmóviles, el combustible que se consume sin avanzar y los contratos que se retrasan hacia los puertos del Caribe. Pequeños comerciantes, que esperan mercancía para surtir sus tiendas, también sienten el golpe, pues cada cierre aleja ingresos y complica el abastecimiento local.
Para los viajeros frecuentes, el atentado es una señal más de que la troncal Medellín–Costa Caribe sigue siendo un territorio incierto. Aunque el mapa señala una vía nacional, las historias de explosiones, ataques y cierres dejan claro que el norte de Antioquia aún enfrenta retos de seguridad que se viven en carne propia en la carretera. La esperanza de quienes quedaron atrapados entre Los Llanos y Tarazá es que la ruta vuelva a abrirse pronto, pero también que este no sea solo otro episodio que se olvida hasta el siguiente atentado.
El atentado con explosivos en el sector Ventanitas, que cerró la troncal Medellín–Costa Caribe y partió la calzada en el km 42+150, deja una huella que va más allá del daño material. Mientras avanza la evaluación de la vía entre Los Llanos y Tarazá, las historias de conductores, pasajeros y comunidades del norte de Antioquia recuerdan que la seguridad en este corredor hacia la Costa Caribe sigue siendo una deuda pendiente del Estado.
