El ataque a una estructura de alta tensión reavivó el temor de los habitantes rurales de Cajibío, acostumbrados a convivir con la violencia y la fragilidad de los servicios públicos
En las veredas de Chayani, en Cajibío, muchos vecinos recuerdan todavía el estruendo de la explosión que sacudió la noche. No fue la primera vez que la violencia interrumpió la rutina campesina, pero esta vez el blanco fue una estructura de transmisión de alta tensión que conecta al norte del Cauca con el sistema eléctrico regional. El ataque, denunciado por la Compañía Energética de Occidente (CEO), dejó en evidencia que, en esta zona del país, la luz que enciende las casas también puede convertirse en objetivo de la guerra.
Según reportó la empresa, un artefacto explosivo impactó una torre de alta tensión ubicada en el sector rural de Chayani. La onda expansiva, que algunos habitantes describen como un “trueno seco” en medio de la madrugada, dañó parte de la estructura y obligó a activar los protocolos de emergencia de CEO. Desde los centros de control se ejecutaron maniobras de suplencia para evitar que el daño se tradujera en un corte masivo del servicio.
Para las familias campesinas de Cajibío, la electricidad es mucho más que la posibilidad de encender un bombillo. En buena parte de estas veredas, el servicio permite conservar alimentos, bombear agua, mantener pequeños negocios y garantizar que funcionen las escuelas rurales y puestos de salud. La amenaza de un posible apagón prolongado reaviva el temor a retroceder años en calidad de vida, justo en un territorio donde el acceso a servicios públicos ha llegado tarde y de manera desigual.
La empresa insiste en que, por ahora, la red se mantiene operando gracias a la rápida respuesta técnica. Sin embargo, advierte que si la estructura sigue deteriorándose o vuelve a ser atacada, más de 100.000 usuarios del norte del Cauca podrían verse afectados. Esa cifra incluye a barrios urbanos de Cajibío y a distintas veredas donde la energía sostiene actividades productivas como la caficultura, el comercio local y pequeños emprendimientos familiares.
El atentado se suma a otros hechos recientes en el Cauca, donde se ha denunciado el uso de drones cargados con explosivos para atacar estaciones de Policía y otras infraestructuras. En este caso, reportes de prensa señalan que un dron que habría tenido como objetivo una estación policial terminó cayendo en una finca de Chayani, y fue la detonación de su carga la que afectó la torre de alta tensión. A ojos de las comunidades, los conflictos armados se mezclan así con la fragilidad de los servicios públicos que usan a diario.
Líderes comunitarios han aprovechado la coyuntura para reiterar su llamado al Gobierno nacional y departamental: fortalecer la presencia institucional en Cajibío no solo implica incrementar el pie de fuerza, sino garantizar que la infraestructura básica –como las redes eléctricas– esté protegida y se mantenga en funcionamiento. En zonas rurales donde la presencia del Estado se percibe intermitente, cada apagón, cada corte o cada torre caída alimenta la sensación de abandono.
Mientras avanzan las investigaciones para esclarecer quiénes están detrás del ataque, los habitantes de Chayani y de otros corregimientos de Cajibío siguen atentos a cualquier sonido metálico o explosión lejana. La normalidad en estas montañas depende de que la energía siga llegando sin interrupciones, pero también de que la violencia deje de tener en las torres y cables de alta tensión un objetivo más. Por ahora, en el norte del Cauca se vive con la certeza de que la luz podría apagarse de un momento a otro.
El atentado contra la red eléctrica en Cajibío no solo afectó una torre de alta tensión, también golpeó la tranquilidad de las comunidades rurales del norte del Cauca, que temen nuevos apagones y más episodios de violencia. Garantizar la seguridad de la infraestructura energética en Chayani y en las veredas de Cajibío es clave para proteger la calidad de vida de miles de familias campesinas y asegurar un servicio de energía estable en esta zona del suroccidente colombiano.
