Un modelo con rezagos estructurales

La crisis de basuras en Bogotá combina problemas de diseño contractual, ejecución operativa e incentivos al aprovechamiento. El veto regulatorio a la prórroga expuso falencias técnicas y la urgencia de repensar todo el esquema. Más allá del corto plazo, el reto es alinear regulación, metas de reciclaje, control a contenedores y participación de recicladores, bajo riesgos sanitarios crecientes.
El sistema de áreas exclusivas buscó estabilidad y economías de escala, pero la rigidez contractual dificultó ajustes cuando crecieron residuos y puntos críticos. La supervisión a contenedores y sanciones por vandalismo o mala disposición resultaron insuficientes. La negativa de la CRA señala fragilidades técnicas en la extensión de un modelo que no resolvió cuellos de botella. Forzó a la Alcaldía a explorar competencia, relicitación o esquemas híbridos.
El costo político de una transición fallida es alto: cualquier bache operacional se traduce en bolsas en andenes, quejas y riesgo sanitario. Una gobernanza con tableros públicos de indicadores podría reducir la incertidumbre.
En aprovechamiento, el precio volátil de materiales desincentiva a recicladores y a hogares. Más que campañas puntuales, se requieren metas obligatorias por operador y pagos por desempeño verificables. Doña Juana condensa el dilema: su operación es crítica pero su vida útil y entorno social demandan una reducción drástica del flujo que recibe. Tecnologías de tratamiento y alianzas público-privadas podrían diversificar la disposición final.
El Distrito anunció un plan de choque con más flota, priorización por cuadrantes y coordinación interinstitucional. Su impacto dependerá de la microgestión diaria y del rediseño de rutas soportado en datos.
Comparado con otras capitales, Bogotá necesita elevar tasas de reciclaje, profesionalizar la cadena y blindar la continuidad del servicio durante cambios regulatorios. La ciudad tiene una ventana corta para corregir: rediseñar incentivos, asegurar competencia efectiva y formalizar el aprovechamiento. Sin esos tres pilares, volverán las montañas de basura. La decisión que se tome definirá el paisaje urbano de 2026. El tema sigue en desarrollo.
